CRÓNICA: EL GRAN SUSTO DE MI VIDA

La noche se torna fría. Las lechuzas volaban haciendo un extraño sonido que aterroriza a cualquiera que pase por el lugar. Grupos de felinos subían a los techos de las casas y empiezan a maullar.

Decidí a salir de mi casa para reunirme, como todo los viernes, con mis amigos.

Aquí, sentado en la grada junto con mis compañeros, estaba contando anécdotas que habíamos vivido. Mientras tanto, en los techos de las viviendas, grupos de gatos negros, tan negros como la brea, con unos ojos celestes como el cielo, nos miraban muy fijamente. Las personas que transitaban por nuestro lado pasaban por con un temor de que algo malo le puede pasar.

El tiempo avanzaba muy rápido, y en cualquier momento mi madre saldría por el balcón de su cuarto y empezaría a llamarme. Entonces, decidimos ir a la casa que se ubicaba dos cuadras más arriba que la mía.

La casa, desde afuera, se mostraba muy tenebrosa. Las  ventanas se habrían con el viento. Daba una impresión que alguien nos estuviera viendo. Uno de mis amigos me retó a subir a la habitación de la dueña de la casa que se ubicaba en el cuarto piso.

Decido trepar el cercado de madera y entrar a la casa. Las puertas rechinaban al moverse con el viento.

Di el primer paso y entré a la casa. Los nervios me consumían poco a poco. Me empezaban a temblar las piernas y a sudar las manos. El primer piso estaba hecho un desastre. Botellas de licor estaban tiradas por toda la morada. Se sentía un completo silencio. Solo se escuchaban los ruidos de los grillos.

Se sentía como si no estuviera solo en la vivienda, como si alguien más estuviera, adentro, observándome.

Empecé a subir las gradas. Cada paso que daba sentía que alguien me seguía. Los maullidos de los gatos parecieran que fuesen voces de bebes llorando.

Entonces, escucho un ruido que provenía del cuarto del costado. Decido entrar y veo una bandada de palomas por toda la habitación. Eran palomas con ojos rojos, rojos como la sangre. Sentía que no estaba solo en la casa; estaba acompañado por cada tipo de animal que me encontraba.

Prosigo con mi camino. Cada paisaje que recorría, cada habitación que entraba, pareciera que no fuera una casa de cuatro pisos, más bien una mansión. Mi mente ya me estaba jugando muy mal. Empezaba a imaginar cosas. Empezaba a escuchar voces, más aun sentía la presencia de alguien dentro de la casa.

Cada piso que subía era cada más oscuro. No podía ver mis manos. De repente, veo una silueta que entra a uno de los cuartos. El miedo ya me estaba consumiendo cada vez más. Me sudaba la frente, pero cada vez era mi curiosidad de saber qué era. Me aproximo al cuarto y no había nada, tan solo muebles viejos, retratos de dueña de la casa que había fallecido.

Decido seguir. Llego al cuarto piso y empiezo a buscar la habitación donde dormía la dueña de la casa. Entro y siento que alguien estaba detrás de mí. Sentía cómo su respiración me ponía los nervios de punta. Me empezaba a temblar las piernas.

En ese momento, cierro los ojos y siento que me tocan el hombro y empiezo a correr lo más rápido posible. Comienzo a saltar las gradas de las escaleras. En una de esas me caigo y me golpeo contra el muro. La cabeza me zumbaba, pero me levante y seguí corriendo sin mirar hacia atrás.

Llegué a la puerta de afuera, volteo a ver y no había nada, solo silencio profundo y la oscuridad de adentro.

Por Cristhian Mesias