CRÓNICA: DESPUÉS DE UNA DECEPCIÓN, LUCKY ES EL MEJOR

Era septiembre. La noche estaba oscura. Me encontraba en casa, desesperada y ansiosa para que las horas pasen. Llevaba días esperándolo. Tenía muchas ganas de verlo. Iba a ser nuestro primer encuentro. Mi padre, una persona  grande y robusta,  ya me había contado algo de él. “es pequeño, tiene el pelo beis, muy cariñoso, sé que te va a encantar”. Esas palabras  las había escuchado días antes de verlo.

Soy de la personas que les encantan los perros. Los considero tiernos, cariñosos y sobre todo fieles. Con mis 19 años, solo han pasado dos canes por mi vida: Peluchín un Golder Retriever. Su hermoso pelo brillante radiaba con los rayos del sol, siempre envidiado, el mejor de la hacienda. Brandon, de raza Chow Chow, un cachorro obeso al cual le costaba mucho caminar. Era voluptuoso por su enorme pelo color caramelo. Ellos llegaron a mí muy pequeños. Pienso que a las mascotas se le adiestran desde cachorros, porque ya de grandes es complicado.

Ambos me los robaron en fechas iguales, pero en distintos años; recorrí varias veces todo mi barrio para encontrarlos. Lloraba. Porque sentía que me arrebataban no solo a una mascota, sino a un fiel compañero. Todo mi esfuerzo por encontrarlos era en vano. Ellos ya habían desaparecido.

 A pesar de que ya pasaron tres y dos  años, respectivamente, desde  que fueron separados de mi vida, los sigo recordando con mucho cariño, espero que tengan los cuidados necesarios, y sobre todo el amor y cariño que necesitan. 

Ahora tengo una nueva mascota. No es como me lo esperaba. A primera impresión sufrí una decepción. Lucky es un cachorro de ocho meses. Mi padre lo trajo de una casa de adopción; digo decepción porque cuando abrí la puerta para recibirlo, el alocado can se abalanzo a mí, con ganas de morderme, por un momento pensé que sería su cena. Me asuste demasiado, estaba temblando. No puedo negar que lloré del miedo.

No sé cómo  mi papá pudo conseguir un animal así. La verdad me sorprendí por aquel comportamiento. “Está asustado, tranquila no te va a morder”, fueron sus palabras. El animal estaba como loco. No paraba de ladrar. Corría por toda la casa. Se encontraba aturdido. Estaba conociendo su nuevo hogar.

Le pedí una explicación a mi padre, pero solo atinó a decir que no es necesario comprar uno cuando se pueda adoptar. Me contó la historia de Lucky. A él lo encontraron deambulando por las calles, sucio, golpeado, hambriento y sediento de sed. Me conmovió mucho. Solo decidí darle una segunda oportunidad para conocerlo, y poder entender aquella conducta que me dio su primera impresión.

Las casas de adopción son lugares donde albergan a gatos y perros abandonados, maltratados en sus hogares donde son golpeados y  tratados como objetos que no sienten absolutamente nada.

Mucha gente cree que tener un animal es simplemente darle las sobras de la comida, algo de agua. Muchas veces no son vacunados produciéndoles enfermedades, y lo peor de todo maltratarlos como lo hacían con Lucky.

Él ya lleva un mes en mi casa. Los primeros días fueron difíciles, pero con el pasar de los días, Lucky, se acostumbraba a su nueva vida, libre de golpes y maltratos. Ahora si tiene  un verdadero hogar, donde no le falta el agua, ni sus croquetas, y sobre todo el cariño y amor de una familia.

Su comportamiento ha mejorado, se ha convertido en un perro dócil, sin embargo, aún le falta algunos modales que con el tiempo aprenderá. 

Por Lady Zapata Llampen