domingo, 10 de noviembre de 2013

CRÓNICA DE UN EDITOR Y SUS IMÁGENES DE ARCHIVO

Desde el fondo de la oficina de producción de prensa se escucha un fuerte y amargado grito, “tienen 5 minutos para salir a la comisión del congreso. Era Lilian, la productora del noticiero, quien mandaba a unos reporteros a cubrir una nota al congreso de la república. “no hay móvil libre” dijo un joven reportero, con otro grito desesperado le contestaron, “¡te iras en taxi!, pero quiero esa nota cubierta para la noche y con declaraciones de los congresistas.

“Corre, corre”, le dijo el reportero al experimentado camarógrafo, quien solo atinó a decirle, “tranquilo aún estamos a tiempo”. Llama a Rodo le dijo, él ya está llegando al canal, él nos puede llevar agrego. Llegó la móvil grito muy entusiasmado, era su primera comisión, estaba muy nervioso, mientras que los demás compañeros le brindaban sus tips para que haga bien su labor en el parlamento.

Ya en el congreso, en plena sesión, grabando  y entrevistando a diferentes congresistas de diferentes bancadas, llego la hora de regresar al Canal y vestir de manera elegante la nota periodística, para que no nos griten como a niños de cinco años cuando los castigan.
Enérgicamente suben los 4 largos pisos que tiene el canal, llegar a la oficina, que por cierto estaba toda ocupada de todos los redactores que estaban escribiendo sus largas e interminables notas para el noticiero de la noche.

“Baja el volumen, pásame tus declas”, son uno de los varios gritos que escuchas en el área de producción periodística. Luego de que el enérgico reportero con una alegría enorme terminara de redactar sus notas, había llegado el momento de editar su material.
Llego la hora de editar, cosa que parece difícil, es verdaderamente algo muy sencillo y fácil de hacer, “dame tu cinta” le dije al emocionado reportero que seguía entusiasmado y no podía creer que su primera nota iba a salir en el noticiero.

“Saca saca tus bytes”, le dije rápidamente, estaba con sueño, ya casi era hora de salida, los ojos se me caían, los bostezos se apoderaban de mi cuerpo, el cansancio me estaba pasando una mala jugada. Falta cerca de 1 hora para irme, 1 larga e interminable hora que tenía que estar frente a la computadora y seguir editando la nota.

Pasaban los minutos lentamente, el sueño seguía apoderándose de mí, es cuando me paro de mi cómodo  asiento, estiro los brazos y las piernas de una manera increíble, y me dirigí directamente a pedir una café bien cargado, un café negro para poder despertarme y recargar batería para seguir adelante.

Ya con otro ánimo, regresé a mi computadora, con una mentalidad positiva y de buenas vibras. Estaba dispuesto a editar todas las notas que me fueran a traer otros redactores.  Ya un poco más relajado, sigo con los trabajos de producción y me dio con la enorme sorpresa que el material estaba fallando. Rápidamente me transformé en un ogro y con una voz enérgica y bien amargada le dije,” Esta cintra esta Dropeada, no puedo capturar nada, qué voy a editar!”.

Temeroso y temblando, me respondía tartamudeando, que no sabía qué hacer, no tenía declaraciones y muy pocas imágenes de apoyo. Más rápido que inmediatamente llamé a la productora, para que busquemos una solución rápida al problema, porque los minutos pasaban y esa nota necesitaba ser editada.

Parecía que no era el día del joven reportero quien estaba sudando frio y estaba con una tristeza enorme que se reflejaba en su rostro. A los pocos segundos, en un abrir y cerrar de ojos, llegó el director de prensa, con una mirada matadora, dispuesto a recitarle todo el abecedario por no darse cuenta del error que había cometido.

No había mucho que editar, era poco lo que había, le dije al director, y este, con una voz de militar, me dijo “haz lo que puedas”, esa nota sale porque sale. Desde ese preciso instante sembró la inseguridad en mi capacitad de editor novato. Debía poner el mayor de los esfuerzos posibles para sacar esa nota periodística. Tuvieron que pasar 2 y eternas horas para poder entregar el trabajo, el café que me había tomado, ya no tenía efecto alguno en mi organismo. Las ojeras se apoderaban de mi rostro.

Ya culminada  la difícil edición, tuve que dirigirme hacia el switcher para entregar todo el material trabajado durante el día, gestionar unas llamadas a producción y incluso ver la pauta de los reconocidos programas de televisión que se transmitirían en vivo.

Ya acabando la jornada, solo faltaba un importantísimo VTR, la cinta de los famosos titulares. Quien un editor tuvo un pequeño percance y demoró la exportación del video. Los productores corrían de un  lado a otro, como niños en inicial, sin rumbo y desorientados, tenían menos de 50 segundos para bajar 3 pisos, correr por los pasadizos, y entregar el material.

Yo apagando mi máquina, recibo una llamada desde lo más fondo de la oficina que me dice, ¡TIENES 40 segundos para bajar la cinta! Me entregaron el material y prendí una carrera como si fuera las últimas olimpiadas de mi vida.  No tenía otra opción que atropellar a cual trabajador se me cruzaba en el camino, tenía que cumplir esa misión.
Me sentía como un héroe triunfando de una batalla épica. Fue la primera vez que  una productora me abrazó como si fuera mi madre,- buen trabajo- me dijo. Con una sonrisa que se dibujaba de oreja a oreja en mi rostro le respondí, no fue nada. Anda vete a tu casa, se te ve cansadísimo, anda descansa mañana tienes que madrugar para ir a clases.
Salí del canal con una gran sonrisa y con el ego bien en alto, me sentía el rey del mundo, pues del día oscuro y malo que había tenido, se alegró con ese pequeño gesto de amabilidad que tuvieron.

Por Roy Santisteban

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