Es primavera y el sol radiaba en su esplendor, en la avenida Abancay en el Centro de Lima, una de los lugares más transitados de la ciudad, ya que por ella circulan gran cantidad de vehículos de transporte público, ambulantes que llenan y aumentan el caos dificultando el tránsito peatonal y vehicular. La basura, producto de los mismos ambulantes, convierten a esta calle en un mundo oscuro donde habita la contaminación.
Abancay es un lugar
donde se pueden encontrar ambulantes, galerías, caos, basura y la cruda
realidad que atraviesan una variedad de discapacitados: invidentes, minusválidos,
personas que presentan un mal congénito, entre otros.
Iniciando el recorrido
por la avenida Cuzco, encontramos a Eliza Alvarado, una mujer invidente, de
unos 40 años aproximadamente, de contextura gruesa, cabello corto, arrugas
prominentes como si la vida la hubiera golpeado muy fuerte. A pesar
de ello, no borra su hermosa sonrisa de su rostro. Ella perdió la vista
al nacer, pero lo que no ha perdido es la pasión por la vida, por crecer y salir
adelante.
Sin embargo, olvida
por un momento su dificultad para trabajar en lo que más ama. Cantar y deleitar
al transeúnte con su melodiosa y cautivante voz. En su trabajo, junto a ella
está un viejo parlante pequeño, un banco rojo, micrófono y un mp3 donde guarda
música de su preferencia para entonar su melodía.
Eliza sale de casa
muy temprano, dando gracias Dios por un día más de vida, toma una moto para que
la lleve al paradero. Su única guía es un bastón de color blanco con negro,
desgastado por el uso constante que le da. Ya en el paradero, muchas veces
presenta dificultad para subir a un carro. Los cobradores piensan que ella solo
subirá a vender cosas en el ómnibus, pero ella solo atina a decir: “soy
pasajera, pagaré por el servicio”.
Es temprano y las
calles de Villa María del Triunfo son un caos de tráfico. Tal vez ella no lo
pueda ver, pero no es ajena a esta realidad.
Un día anterior,
organiza los tres o 4 cuatro avenidas donde estará trabajando. Al llegar al
Centro de Lima, no se le es fácil
caminar, con mucha gente a su alrededor. Para ella no es imposible, transportase
porque lleva consigo la única guía, su fiel bastón que no le ha fallado y le
ayuda a ubicarse en el primer lugar escogido: El jirón Lampa, lugar concurrido
por trabajadores ejecutivos, secretarias, estudiantes, etc.
Eliza está ahí desde
temprano para cantarle a su público, aprovechando la hora de ingreso de muchos
de ellos. La música de preferencia, para esa hora de la mañana, son las
baladas, “porque son tranquilas, lentas, buenas para comenzar el día con buen
ánimo”. Dice Eliza.
No tiene un horario
establecido, es decir, no se sabe cuánto tiempo se quedará en ese lugar. El
tiempo varía por la cantidad de personas que pasen y puedan escucharla.
El segundo lugar es Mesa
Redonda, transitado por una gran cantidad de personas y ambulantes. Sin
embargo, eso no le priva a ella seguir, con su canto. Por el contrario, le
ayuda y le permite ganar unas cuantas monedas más para su familia.
La vida le habrá
privado de algo fundamental para una persona, pero le regaló un don único y
especial. El canto es una habilidad que le permite trabajar. Con la sonrisa en
el rostro, demuestra que ella no quiere dar pena, solo quiere mostrar a través
de su arte, su talento, y de esa manera sobrevivir.
No le importa lo
arriesgado que puede ser trabajar, en el lugar más transitado y caótico de Lima.
Se arriesga, pero ella canta, y cantar es alegrase el alma, y por un
momento alegrar el alma
de las personas que pasan alrededor de ella.
El tercer lugar y
último es la avenida Andahuaylas, la salida de mucha gente para tomar sus
carros. Es ahí donde Eliza canta con muchas ganas para finalizar su día. Siendo
las 5 de la tarde, aun temprano para algunos, sin embargo, para ella el día ya
acabó. Sabe que tiene que cuidar su voz, porque es su única herramienta de
trabajo.
Lo que gana en el día
no es mucho, pero sí algo considerable para sobrevivir y mantener a su hija,
quien también es invidente de nacimiento.
En el Perú hay
talento, y lo encontramos en los artistas discapacitados del Centro de Lima. A
pesar de ser un lugar complicado, Eliza se gana la vida de la mejor manera. Lo único que hace es transmitirle la alegría
que hay en su corazón, y a pesar de las dificultades, le canta a la gente que
pasa por esas calles, para subirle y agradarle el ánimo a mucho de ellos.
Aquellas personas que
andan por las avenidas del Centro de Lima, y escuchen la hermosa voz de Eliza,
apoyen. Ella es artista, un aplauso vale mucho y obviamente una monedad mucho
más. Valoremos y apoyemos a las
personas que trabajan en la calle, tal y
como son: verdaderos luchadores de la
vida.
Por Lady Zapata Llampen
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