domingo, 10 de noviembre de 2013

CRÓNICA: UNA INVIDENTE EN EL CENTRO DE LIMA



Es primavera y el sol radiaba en su esplendor,  en la avenida Abancay en el Centro de Lima, una de los lugares más transitados de la ciudad, ya que por ella circulan gran cantidad de vehículos de transporte público, ambulantes que llenan y aumentan el caos dificultando el tránsito peatonal y vehicular. La basura, producto de los mismos ambulantes, convierten a esta calle en un  mundo oscuro donde habita la contaminación.
Abancay es un lugar donde se pueden encontrar ambulantes, galerías, caos, basura y la cruda realidad que atraviesan una variedad de discapacitados: invidentes, minusválidos, personas que presentan un mal congénito, entre otros.
Iniciando el recorrido por la avenida Cuzco, encontramos a Eliza Alvarado, una mujer invidente, de unos 40 años aproximadamente, de contextura gruesa, cabello corto, arrugas prominentes como si la vida la hubiera golpeado muy fuerte.  A pesar  de ello, no borra su hermosa sonrisa de su rostro. Ella perdió la vista al nacer, pero lo que no ha perdido es  la pasión por la vida, por crecer y salir adelante.  
Sin embargo, olvida por un momento su dificultad para trabajar en lo que más ama. Cantar y deleitar al transeúnte con su melodiosa y cautivante voz. En su trabajo, junto a ella está un viejo parlante pequeño, un banco rojo, micrófono y un mp3 donde guarda música de su preferencia para entonar su melodía.
Eliza sale de casa muy temprano, dando gracias Dios por un día más de vida, toma una moto para que la lleve al paradero. Su única guía es un bastón de color blanco con negro, desgastado por el uso constante que le da. Ya en el paradero, muchas veces presenta dificultad para subir a un carro. Los cobradores piensan que ella solo subirá a vender cosas en el ómnibus, pero ella solo atina a decir: “soy pasajera, pagaré por el servicio”.
Es temprano y las calles de Villa María del Triunfo son un caos de tráfico. Tal vez ella no lo pueda ver, pero no es ajena a esta realidad.

Un día anterior, organiza los tres o 4 cuatro avenidas donde estará trabajando. Al llegar al Centro de Lima,  no se le es fácil caminar, con mucha gente a su alrededor. Para ella no es imposible, transportase porque lleva consigo la única guía, su fiel bastón que no le ha fallado y le ayuda a ubicarse en el primer lugar escogido: El jirón Lampa, lugar concurrido por trabajadores ejecutivos, secretarias, estudiantes, etc.
Eliza está ahí desde temprano para cantarle a su público, aprovechando la hora de ingreso de muchos de ellos. La música de preferencia, para esa hora de la mañana, son las baladas, “porque son tranquilas, lentas, buenas para comenzar el día con buen ánimo”. Dice Eliza. 
No tiene un horario establecido, es decir, no se sabe cuánto tiempo se quedará en ese lugar. El tiempo varía por la cantidad de personas que pasen y puedan escucharla.
El segundo lugar es Mesa Redonda, transitado por una gran cantidad de personas y ambulantes. Sin embargo, eso no le priva a ella seguir, con su canto. Por el contrario, le ayuda y le permite ganar unas cuantas monedas más para su familia.
La vida le habrá privado de algo fundamental para una persona, pero le regaló un don único y especial. El canto es una habilidad que le permite trabajar. Con la sonrisa en el rostro, demuestra que ella no quiere dar pena, solo quiere mostrar a través de su arte, su talento, y de esa manera sobrevivir.  
No le importa lo arriesgado que puede ser trabajar, en el lugar más transitado y caótico de Lima. Se arriesga, pero ella canta, y cantar es alegrase el alma, y por un momento  alegrar  el  alma de las personas que pasan alrededor de ella.
El tercer lugar y último es la avenida Andahuaylas, la salida de mucha gente para tomar sus carros. Es ahí donde Eliza canta con muchas ganas para finalizar su día. Siendo las 5 de la tarde, aun temprano para algunos, sin embargo, para ella el día ya acabó. Sabe que tiene que cuidar su voz, porque es su única herramienta de trabajo.
Lo que gana en el día no es mucho, pero sí algo considerable para sobrevivir y mantener a su hija, quien también es invidente de nacimiento.
En el Perú hay talento, y lo encontramos en los artistas discapacitados del Centro de Lima. A pesar de ser un lugar complicado, Eliza se gana la vida de la mejor manera.  Lo único que hace es transmitirle la alegría que hay en su corazón, y a pesar de las dificultades, le canta a la gente que pasa por esas calles, para subirle y agradarle el ánimo a mucho de ellos.  
Aquellas personas que andan por las avenidas del Centro de Lima, y escuchen la hermosa voz de Eliza, apoyen. Ella es artista, un aplauso vale mucho y obviamente una monedad mucho más. Valoremos  y apoyemos   a las personas  que trabajan en la calle, tal y  como son: verdaderos luchadores de la vida. 

Por Lady Zapata Llampen

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