martes, 5 de noviembre de 2013

TESTIMONIO: EL HOMBRE LOBO

Como un sueño de loco sin fin la fortuna se ha reído de mí.

De pequeños, somos todos similares, pero en algún momento de nuestro crecimiento, hay algo, llámese hormonas, vida misma o no sé qué, que nos hace, distintos, especiales, diferentes.

Todo comenzó a notarse cuando tenía 12 años. A diferencia de otros chicos, yo tenía que usar afeitadora para la barba, ya que este se asomaba cada vez con más frecuencia. Con el tiempo, el vello fue creciendo por otras partes de mi  cuerpo, y a los 18 años ya tenía más de lo normal o mejor dicho, más de lo que otros chicos podían llegar a tener. Esta diferencia era muy notoria y ya empezaba a incomodarme, no solo por la atención de mis amigos, sino porque a algunas chicas no les gustaba. Yo estaba descubriendo mi sexualidad, y sentía que esto era una traba para crecer y desarrollarme normalmente. Restaba en mi comodidad.

A la edad de 23 años era insostenible. Casi no había un rincón de mi cuerpo que no tuviera vello, y eso empezó a incomodarme tanto que llegué a aislarme. Me encontré en situaciones en las que tenía que taparme o temerle a encuentros en los cuales había que mostrar mi cuerpo, como en las playas, tomar sol o las relaciones sexuales. Sin embargo, traté de no privarme en nada y hacer todo lo que podía para no apartarme socialmente. Tuve novias a las que no les importaban eso, y amigos que tampoco lo veían como algo raro.
Cerca de los 30 años, sentía que no podía seguir viviendo con cosas que no me gustaban de mi cuerpo. Ese mismo día decidí cortarme los vellos del cuerpo.

Fue increíble poder ver mi cuerpo, el que había perdido hace muchos años tras todo ese cabello. Podía ver la forma de mi pecho, los abdominales, huesos, todo. Fue extraño. En aquella época no era común que un hombre se corte el vello del cuerpo. Ese fue mi secreto durante años. Había dejado de ser un lobo para transformarme nuevamente en humano.
A lo largo del tiempo conocí mucha gente que sufría porque no le gustaba algo de su cuerpo: su cabello, su piel, su nariz, y algunos que se veían muy flacos o tan gordos que se despreciaban y vivían vomitando lo que comían, corriendo riesgo de muerte.

Siempre vi como algo bueno poder cambiar lo que a uno le hace mal. Apruebo las cirugías estéticas y todo lo que sirva para quitarnos esos traumas de vida. Durante años no sonreía en las fotos porque tenía un diente corrido y durante casi toda mi vida no me animaba a mostrarme sin ropa.

Hoy en día me podrás ver posando muy superadamente, sonriendo con el torso desnudo, quizás, pero más allá de ese momento, de esa imagen. Hay un secreto que siempre voy a llevar a cuestas, y es que, aunque no parezca, sigo siendo un lobo, alguien que si no se cuidara, estaría cubierto de pelo, más que cualquier mortal en esta tierra, y eso, que es tan especial, me hace único. Para mi mente es un problema.



Todos tenemos esta manera errónea de ver algunas cosas de nuestro cuerpo como defectos. Esto nos lleva siempre a perder oportunidades y tener miedo. Hasta la persona más superada, aunque no parezca, sufre por algo. Como hombre lobo, les puedo decir que sigan su instinto animal sin cometer errores. Si bien nuestro cuerpo es importante, no llega a serlo tanto como nuestro espíritu. Siempre luchamos para mejorar nuestro cuerpo, nuestra presencia, pero nos olvidamos de lo más importante, nuestra alma.

Por Keren Cinzano

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