martes, 3 de diciembre de 2013

testimonio: El viaje inesperado


Era julio del 2012. Alistábamos maletas para enrumbarnos a la provincia de Abancay. Un largo viaje de 16 horas en bus, nos esperaba para llegar al destino. Aunque no fui en el primer asiento, ya que mamá, dice que es peligroso, y es mejor ocupar los asientos del centro. Me conformé con sentarme cerca a la ventana. Dejamos Lima aproximadamente a las tres de la tarde. Durante el camino me acompañaba una buena música y mi cámara fotográfica, quien sería testigo de lo que viviría, en esa semana de vacaciones.
Recuerdo que al amanecer, la ciudad de Abancay, nos daba la bienvenida. El paisaje era impresionante. Los cerros verdes, un cielo maravilloso, unas nubes que parecían algodones. En las calles, las personas saludaban amablemente, a pesar de no  conocerte.
Nos instalamos en casa de mi tía Yolanda, hermana de mi mamá. Ella es amante de las plantas. Al amanecer, mamá y yo, salimos rumbo a caype, su pueblo de infancia y la de sus hermanos. Aproximadamente, ella vivió en ese lugar hasta los 12 años.
Este pueblito está ubicado a cuatro horas, de la capital. Era semana de festividad, por lo tanto, todo el pueblo estaba en la plaza, festejando a la Virgen de Santa Isabel de Caype. Desde que bajamos del carro, todo mundo conocía a mi mamá y la mayoría, por no decir todos, era mi  familia, por parte de mis padres. Medio complicado, pero era así.
Dejé las maletas a un lado y empecé a tomar fotos. Me llamo la atención, una iglesia colonial, con más de 100 años de antigüedad. Personas moviéndose al compás de la música. Los niños corriendo y jugando, todos parecían estar felices por lo que acontecía. Unas casas más arriba, estaban celebrando un matrimonio. La costumbre es celebrarlo durante dos semanas. Claro, durante este periodo los anfitriones deben atender a los invitados, desde la comida hasta el hospedaje. Sorprendentemente, quien se casaba era la prima de mi mamá. No voy a negar que me asustaron algunas cosas que realizaban por costumbre, como el perseguirte con la cabeza de la vaca que mataron para preparar la comida. Debías decir la palabra mágica: “para, para, para”, y enseguida la persona con la cabeza en mano se tranquilizaba.
Otra de las costumbres era como un desafío. Si no adivinabas en qué mano se encontraba, por decir la moneda, te perseguían con un látigo hasta hacerte caer. Algo que me llamó la atención, fue que mientras pasaban la chicha de jora, tenías que  entregar algún dinero para los futuros hijos de la pareja.
Al anochecer, la gente seguía celebrando en la plaza. Seis de la mañana y nos despertaba un silbido. Era mi tía Yolanda y su hijo. Habían salido temprano de Abancay. Mi mamá me decía ahora si prepárate para la verdadera aventura.
Sus palabras me emocionaban. Nos dirigimos a la casa de mis abuelitos, quienes hace varios años ya no están en este mundo. Como comprenderán la casa se veía abandonada. Cogimos una ollita cuyo aspecto era para matarse de la risa. Estebábamos llevando ajinomen, leche en polvo, galletas, dulces y claro cada uno con su taper de arroz con pollo, sería el almuerzo de ese día. Empezamos a caminar hacia el cerro. Mientras subíamos, las dos hermanas tomaron el papel de guías, y nos empezaron a explicar cada lugar que pasábamos. Mi primo no paraba de tomarse fotos. Ellas recordaban con alegría lo que hacían de pequeñas, incluso hubieron momentos que lloraron, porque en su niñez no todo fue felicidad, menos  para los hermanos mayores.
Conocí el “árbol papá”, así llamaban a un árbol inmenso con muchas ramas, era el lugar preferido para ellas. Empezaron a treparlo, a saltar sobre él. Jamás había visto tan feliz a mamá, mucho menos a mi tía. Es como si en ese momento se convirtieran en niñas. Era como la una de la tarde y mientras almorzábamos. Nos contaban la historia de una cueva donde había restos de personas enterradas con cosas de oro, claro la curiosidad nos llevó hasta el lugar. Solo encontramos, arbustos que cubrían su ingreso, esto por el paso del tiempo.
Metros más arriba, llegamos a otros de sus terrenos, ahí había una roca gigantesca e inclinada, como un techo. El río estaba a unos pasos, había leña, entonces decidimos acampar. Mientras atardecía, mi tía un poco asustada nos contaba que en ese lugar habían pumas, aunque mi mamá, decía que no, que ellos estaban al otro lado del río y no se atreverían a venir donde estamos. Pero igual,  eso sí me asusto, puedo tener espíritu de aventurera o es más de arriesgada, pero me acobarde un poco cuando nos contó la existencia de los pumas.
 Ya habíamos caminado por más de 10 horas, pero quisimos ver el famoso lago que estaba terminando el último cerrito, juntamos leña para la noche, escondimos nuestras cosas entre ramas y fuimos en busca del lago. Sin exagerar subimos como cinco cerros, aunque en medio camino el aire nos faltaba, por la altura.  Nunca llegamos a ver el famoso lago, unas nubes espesas la cubrían. Nos tomamos fotos en la cumbre. La puesta del sol fue increíble, pero se nos hizo tarde y de la nada oscureció.
 Mi pregunta era: ¿cómo regresaríamos? Todos prendimos linternas y mi tía seguía insistiendo, con lo de los pumas. Mi mamá que nos advertía que debíamos tener cuidado por donde pisábamos, había lugares que eran precipicios pero los pastos y ramales los cubría. Bajamos con miedo, yo cayéndome entre espinas por mi falta de experiencia, pero en  esos momentos el dolor no importaba. La luna llena nos acompañaba y por fin llegamos a la inmensa roca. Enseguida prendieron la fogata, tratamos de estar juntos para abrigarnos pero el frío era mayor. La ollita que habíamos traído parecía un cernidor. Y tuvimos que hervir el agua  inclinándola, de poquito en poquito. Las horas se pasaban lentamente, y nosotros queriendo que amanezca, para bajar al pueblo. Siendo casi media noche, se nos acabó la leña. Fue algo increíble, pero salimos a buscar más troncos y ramas, si no lo hacíamos de seguro, moríamos de frío.
Estábamos sentados sobre las piedras, tendimos las bolsas, las maletas y una frazadita que habíamos llevado. La idea no había sido pasar la noche en la altura. Mamá nos cuenta que mi primo y yo nos quedamos dormidos, y ella y mi tía tuvieron que vigilar durante toda la noche. Cuando despertamos, creo que era cinco de la mañana aproximadamente, el cielo estaba cubierto por neblina. Nos dimos cuenta, cuán lejos habíamos llegado.
Empezamos a alistarnos y esperan un poquito más para bajar al pueblo. No queríamos esperar,  teníamos hambre, sueño, dolor  y miedo. Se despejo el cielo y sin pensarlo dos veces, corrimos para llegar al pueblo. Cuando ya estábamos cerca las personas nos saludaban y se sorprendían cuando les contábamos que veníamos de haber acampado en la altura. Algunos no creían. Recuerdo que las tías y mamitas del pueblo, se angustiaron  y resondraron a mi mamá y a mi tía por habernos llevado a ese lugar peligroso. Decían que últimamente los mineros informales están invadiendo los cerros de Caype, andan con escopetas y disparan a quienes se crucen en sus caminos. Muy aparte de haber vivido una hermosa experiencia, me satisfizo, la alegría que sintieron mi mamá y mi tía, al reencontrarse luego de muchos años con el lugar de su infancia.  Fue una aventura inolvidable, el viaje que siempre estuve esperando.

Por: Daisy Benites Cáceres

7 comentarios:

  1. Me encantó me hiso recordar cuando realice un viaje al interior del país era algo increíble !!!!! y es que Perú tiene lugares maravillosos por conocer.

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  2. es una historia bonita !! :D
    thalia b.c

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  3. Bueno se ve que es una experiencia unica y muy bien contada, ya que se transmite a las personas lo que ustedes sintieron :)

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  4. Andrea Zapata: Felicidades Daisy muy buen relato, leía la historia y mi mente imaginaba todo lo que sucedía y es que eso es el Perú costumbres, tradiciones,danzas.

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  5. QUE HERMOSA EXPERIENCIA,QUISIERA ESTAR AHÍ CON LA GENTE Y EXPERIMENTAR LO QUE TU HAS EXPERIMENTADO, VER UN TEMPLO DE MAS DE 100 AÑOS,,LAS FIESTAS COSTUMBRISTAS QUE DURAN HUYUYUYUYUY Y POR SUPUESTO LA DELICIOSA COMIDA,,,LIKE PARA TIIIIIIIIIII

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  6. Que gran experiencia vivida por ti y tu familia, una muestra más de lo maravilloso que es el Perú; su gente, gastronomía, naturaleza, costumbres entre otros, hace que el nuestro bello país sea tan tenga tantos misterios por conocer.

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  7. hermosa experiencia que te puedes imaginar en tu cabeza y sientes que estas junto con ellos,compartiendo el miedo y la alegría.

    Una aventura muy entretenida. bien

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