Hace tres años, junto con mi
familia, padres, tíos y primos decidimos
hacer un viaje a provincia Junín- Chanchamayo, ciudad donde la mayoría de mis
parientes ha crecido y ha formado una familia. Recuerdo haber pasado mi niñez hasta
los 11 años aproximadamente, sin embargo, no pude visitar los lugares
turísticos de Chanchamayo. Decidimos viajar en familia. Días antes del viaje anhelado,
me sentí muy emocionada y realmente me
encontraba nerviosa. Probablemente porque
no veía a mis tíos durante mucho tiempo y sobre todo a uno de mis primos.
Carlos es el amigo que siempre he tenido. Los recuerdos más preciados que
guardo de él es cuando de pequeños jugábamos al papá y la mamá junto a otros amigos
del barrio que supuestamente eran nuestros hijos. Era travieso, coqueto y
volverlo a ver me llenaba de mucha curiosidad, ya a estas alturas tendría 17
años. Las horas pasaban y entusiasmada apresuraba a mis padres para salir pronto de casa e ir
directo a la agencia donde nos encontraríamos con mis tíos para por fin partir
rumbo a Junín.
Llegamos a la agencia y sentía
que los latidos de mi corazón palpitaban más rápido cada vez que me acercaba al
lugar de encuentro. Mis padres caminaban a mi costado. En eso, vi que estaban
sentados esperándonos con sus equipajes en la mano. En ese momento, cuando lo
vi no supe qué decir. Obviamente tenía que saludarlos, pero me sentía muy avergonzada.
Había cambiado mucho. Estaba más alto. Tenía el cabello largo. Su rostro no había
cambiado y su contextura era normal, pero no estaba nada mal. En mi mente
pasaron muchas cosas, y me dije a mi misma que mi primo no me podía gustar. No
es lo correcto, porque llevamos la misma
sangre. Muy rápido saludé a mis tíos y a Carlos con un simple “hola”. Llegamos
por fin al Distrito de San Ramón donde nos dirigimos directo a mi casa para
descansar unas horas y después hacer el recorrido.
Volver a sentir el olor del
aire Chanchamayino es agradable, muy natural, totalmente distinto al de Lima.
Decidimos alistarnos para ir a la catarata de Bayoz. En el trayecto del camino pasamos
por lugares que hace mucho no veía. Me sentía tan bien porque el lugar es muy tranquilo. Estuvimos bañándonos en el lago que
estaba cerca a la catarata, hasta que el sol empezó a ocultarse comenzando a
llover muy fuerte. Era un chaparrón con truenos que me causaba miedo. Ya me
había olvidado de lo fuerte que sonaban. Aquel día la pasé muy bien porque nada es más bonito que pasar las vacaciones
en familia.
Al día siguiente pasamos por
el Túnel de La Virgen, una gruta que cuida a los viajeros desde el año 1959. Iniciamos
la caminata hacia el puente colgante llamado “Auvernia”. Recuerdo haber tenido miedo
porque ya estaba anocheciendo. Aún no llegábamos al puente, pero en el trayecto
se oían ruidos extraños, que hacía que mi cuerpo se escarapelara. Proseguimos
con la caminata, cuando mi tío dijo: “aceleren el paso que dicen que hay
pishtacos por aquí”. Mi corazón se aceleró al escuchar esas palabras. Las horas
pasaban y ya estaba oscureciendo. Pasamos por túneles y en las paredes había
huecos, como fosas donde parecía que habían
quemado a personas. Tan asustada estaba que me imaginaba a los pishtacos quemando a los cadáveres. Esa noche llegamos
al puente y nos dimos con la sorpresa que no había luz, así que decidimos
acampar y hacer una fogata. Me recosté en la carpa que habían armado para
dormir, porque quería que amaneciera rápido.
Al día siguiente, escuche
ruidos afuera de la carpa. Cuando salí, mi familia había estado preparando mi
comida favorita: “pachamanca”, justo lo que me gustaba. Tuvimos una linda
conversación muy larga y llena de risas, mientras íbamos comiendo nuestro rico
plato tradicional. Eran las tres de la tarde y ya teníamos que regresar. Ni
loca me quedaba un día más. Al retorno nos
encontramos con una serpiente o anaconda. No recuerdo muy bien, solo que era
enorme y tremendamente grande. Todos nos quedamos inmóviles mirándonos las caras
sin saber qué hacer, cuando mi papá nos gritó: “A la una... dos.. y tres
CORRAN!!!!!”. Salimos disparados con el susto, pero gracias a Dios no nos pasó
nada. Ya me sentía muy exhausta y a mí que no me gusta caminar mucho, solo
quería llegar a casa para descansar.
Desperté y mis padres se estaban alistando para ir a la casa de mis abuelos que quedaba
casi a dos horas de mi casa. Cuando llegamos toda la familia se reunieron y
empezaron a celebrar. Pusieron música a todo volumen. Mis tímpanos se querían
reventar. Mientras mi familia celebraba la llegada de mis padres y tíos. Yo
conversaba con mis primos sobre las carreras que iban a ejercer y que si me habían extrañado después de tanto
tiempo. Poco a poco la noche iba apareciendo y yo ya tenía sueño. Entonces, me
dirigí al cuarto de mi abuelita para descansar. En ese momento, aparecen mis
dos primos, quienes también querían dormir. El cuarto era de adobe y el techo
de madera. Estábamos en la chacra. A mi abuelita le gustaba vivir en la
naturaleza, en el campo. Mi primo, el
menor, ya se había dormido, pero Carlos seguía despierto, cuando de repente se
apaga la luz y escucho a mis familiares quejarse porque ya no había música,
pero igual seguían tomando y conversando. En aquel momento Carlos se recostó a
mi lado y me puse demasiado nerviosa. Me dijo que no había cambiado nada, solo
que mi cabello había crecido mucho, ya que cuando era pequeña mi papá me
cortaba el cabello muy chiquito que parecía un hombrecito. Suponía que lo hacía
porque nunca llego a tener un hijo “hombre”.
Estuvimos charlando un buen rato mientras jugábamos formando muñequitos con
la cera de las velas que habíamos prendido. Cuando de repente nos acercamos y nos
dimos un beso. Esa noche no pude dormir y creo que él tampoco. Mi familia se
había dormido en la cocina y ni siquiera se habían acercado al cuarto. Ese fue
el último día de viaje. En la noche tuvimos que regresar a Lima y nos despedimos como si nada hubiera pasado.
Actualmente, seguimos viéndonos. No creo que sea nada de malo salir con tu
primo, aunque nadie sabe qué podría pasar más adelante.
por : Sandra Caysahuana
No hay comentarios:
Publicar un comentario