jueves, 28 de noviembre de 2013

Opinión: NO A LA DISCRIMINACIÓN




Desde los inicios y comienzos de la sociedad, siempre ha existido una innegable necesidad por decir quién manda y quién tiene que obedecer de acuerdo a la raza y a la condición socioeconómica.



La gente, en la antigüedad, ha hecho a un lado a las personas de color, ya que en base a sus creencias, los blancos tenían que predominar en el mundo.



El acceso a lugares públicos “privados”, como son algunas tiendas de categoría o discotecas, es limitado para las personas de raza negra o trigueña, y solo acceden a  estos lugares gente “de primera”, tal como ellos dicen. Como si los derechos de los ciudadanos pudieran ubicarse por categorías o razas.



Varios comerciales en cine, televisión y la publicidad en los medios impresos están invadidos de rostros que no tienen que ver con el común denominador de la población peruana. Pareciera que el sector al que van dirigidos estos mensajes quiere mostrarse de otro modo, lejos de su origen y de lo que en esencia son.



Perú  es un país mayoritariamente mestizo. Sin embargo, pareciera que el tono de piel le marca sus posibilidades aspiracionales y les da un sello especial.



Es chocante que el consumo incite a la adquisición de bienes o acumulación de recursos para escalar socialmente y pertenecer a otro sector de la sociedad, el de los privilegiados, a la “gente de bien”, y en la práctica sus ofertantes borran de la escenografía comercial o exhibición de vida social a quienes genéticamente les parece que no cubren el perfil ideal de color de piel.



Hay quienes acostumbran medir a los demás por lo que poseen, por la posición social que gozan, e inevitablemente incurren en actitudes discriminatorias. La desigualdad de trato está a la orden del día y responde también a una diferencia económica.



En nuestro país existen grupos de la población que son víctimas de la discriminación, por alguna de sus características físicas o su forma de vida. El origen étnico o nacional, el sexo, la edad, la discapacidad, la condición social o económica, la salud, el embarazo, la lengua, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil y otras diferencias pueden ser motivo de distinción, exclusión o restricción de derechos.



Según datos de la Encuesta Nacional sobre exclusión y discriminación (DEMUS) 2011, entre un 10 y 50% de los peruanos se ha sentido discriminado con cierta frecuencia. De estos un 20% atribuye el maltrato a  su raza u origen étnico. Un 46,5% de los encuestados percibe que la sociedad peruana es bastante o muy racista.



En la investigación realizada se determina que las personas fuertemente limitadas en el ejercicio de sus derechos son los indígenas y pobres. Las personas que hablan alguna lengua nativa, como el quechua o el aymara experimentan una mayor discriminación que aquellos que sólo tienen el castellano como lengua materna. Además, 60% de personas piensan que en el Perú existe un trato desigual en razón del tono de piel.



¿Hasta cuándo van a continuar imponiéndose modelos de hombres y mujeres que nada tienen que ver con el Perú del siglo XXI? ¿Cuándo la población dejará de tener ideas aspiracionales construidas con base en la mentira y la apariencia?



La no discriminación es una construcción social, no una característica genética. Y, como tal, puede edificarse a partir de decisiones legales, políticas, públicas, para incurrir en la diversidad cultural. Sin embargo, se requiere de voluntad, sobre todo de la sociedad, de cada persona, de ti y de mí.


POR: Alejandra Idañez

























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